13.11.06

El Getafe como símbolo de lo que es el fútbol

Mi trabajo, afortunadamente, me hace pasarme con frecuencia por los entrenamientos del Getafe. Para entrar al entrenamiento no hace falta estar acreditado, no hace falta pagar, no hace falta ser un divo para que te respeten. Puede ir cualquiera, y estar no sólo con la compañía que cada cual se lleve, sino se puede estar casi de la mano de los jugadores. Es un gustazo ver el ambiente que hay un sábado por la mañana, todo lleno de chavales de las categorías inferiores, y esos jugadores que, camino desde la Ciudad Deportiva hasta los vestuarios del Coliseum se paran para firmar autógrafos o hacerse algunas fotos. Qué gusto da ese trato de tú a tú que se impone por norma en el grupo. Quizás por lo mucho que se va renovando año tras año cueste hacer un grupo de amigos consolidado. Hace dos años se notaba que había un buen rollo genial. Ahora lo hay, pero quizás durante las horas de trabajo no queda tan patente. Pese a todo, da gusto verlos trabajar y responder a quienes acuden a cada entrenamiento.
Y con un poco de buen trabajo, con el buen atino de un Presidente que para nada es cerrado a los medios de comunicación y con la humildad que caracteriza al Getafe, por segundo año consecutivo, vuelven a disfrutar de un momento jugosísimo: los puestos europeos de la clasificación.
¡Y cuántos Getafes hay repartidos por la geografía nacional! A patadas: ese Universidad de Las Palmas, que ascendió de Segunda Regional a Segunda División a un ritmo vertiginoso. O esa Segoviana tuteándole al Sevilla en Copa del Rey (maldita la hora en que el tonto de Villar eliminó las eliminatorias a un partido), luciendo palmito en el grupo VIII de Tercera, de la que lleva un tiempecito luchando por salir. O ese Extremadura que contaba con todo el apoyo de Almendralejo, todos a una, y que realizó una prodigiosa segunda vuelta el año que ascendió.
Hay, por suerte, cada vez más ejemplos que demuestran que no hace falta crear un universo de estrellas y de seres humanos intocables que viven en otro mundo que no es el nuestro (pese a que están vivos y juegan al fútbol) para ganar en un deporte que nace, sobre todo, de la ilusión y de las ganas de divertirse.